Caminaba por la acera sin prisa alguna. Hacía frío,
eso era cierto, pero eso no impedía que andase con la espalda
totalmente recta. Era alto, imponente, de paso firme. Pero, a su vez,
transmitía una tranquilidad digna de alguien que sabe que nadie ni
nada lo puede herir. Iba solo, pero avanzaba en medio de una masa de
gente. Todos iguales, tan grises con ese uniforme escolar. Solo él
parecía resaltar, y es que todos sabían quién era él, a pesar de
que raramente abriese la boca. Nadie podía evitar mirarle de reojo,
o directamente si no tenían vergüenza. Casi parecía que se
alejaban dejándole espacio a su paso. Pero él sólo seguía
andando, calado en sus pensamientos que se mezclaban con la música
que se escapaba de sus auriculares. Demasiado enérgica para las ocho
de la mañana, pensarían alguno. Pero era cierto, al fin y al cabo,
él era imperturbable.
Sólo al llegar a las rejas del tedioso edificio,
sacó las manos de su bolsillo para retirarse ligeramente la capucha
hacia atrás y hacer un gesto a modo de saludo a su vez. El chico
apoyado en la pared de ladrillo raso, que se fumaba un cigarrillo con
un cierto toque de soberbia, movió la cabeza sutilmente y formó una
semi sonrisa en su semblante impasible. Es cierto que era
considerablemente más bajo que su compañero, a pesar de ser mayor.
Pero, debajo de ése flequillo negro, siempre alborotado, que le caía
en mechones desordenados por la frente, se encontraba la más
heladora de las miradas. Todos los que estaban a su alrededor lo
sabían, era mejor no molestarle. Se le conocía por ser
terriblemente ágil y cruel. Todo esto contrastaba bastante con su
cara, parecida a la de un ángel, una muñeca de porcelana. Y también
a su cuerpo, pequeño, delgado, a primera vista enclenque. Las
apariencias engañan, se dice. El timbre sonó, marcando la entrada
al edificio. Yoongi suspiró de mala gana, sacudiendo la cabeza y
poniendo en ligero movimiento los pequeños aros plateados que
adornaban sus lóbulos. Acto seguido, dejó caer el cigarrillo de sus
dedos y lo aplastó con la suela del zapato, en un movimiento
totalmente mecanizado. El humo pasó desapercibido entre el vaho que
salía de la boca de los estudiantes.
Dentro del edificio, el moreno soltó un pequeño
golpe en el hombro a un chico de su promoción, que estaba rodeado de
gente.
-Vamos, Hoseok -le dijo, con una ironía que sólo ambos
podían notar-. Deja de hacer el tonto con esas chicas, tu novia se
va a enfadar.
Acto seguido, se alejó hacia la clase con una
sonrisa en los labios. Hoseok intentó responderle, pero entre el
gentío, definitivamente era imposible. Se pasó una mano por el
cabello anaranjado, divertido, pensando en como podría devolvérsela.
Después, se volvió hacia el corro de chicas que lo rodeaba
anteriormente. Lo miraban algo decepcionadas, algunas haciendo un
puchero, otras frunciendo el ceño. El chico las tranquilizó con su
bien conocida carisma, sacándoles unas cuantas risas y otro par de
sonrisas lascivas a cada una. Qué le iba a hacer él, si era un alma
libre. Qué iba a hacer si le gustaba experimentar, y, sobre todo, si
tenía un don para ello. Pero, justo después, sonó el último
timbre. Debía entrar. Mientras caminaba, se ató la chaqueta
delicadamente.
Se sentó en su sitio correspondiente, jovial. Para
su agrado, lo habían situado al fondo del aula, muy cerca de uno de
sus amigos. Yoongi no tuvo tanta suerte, recordó con una sonrisa en
la cara. Parecía que por ser repetidor -y algo problemático, a
decir verdad-, habían decidido que sería mejor situarlo en las
primeras filas. Contempló por un segundo el perfil de su amigo, que
miraba a un lateral del aula con el ceño fruncido. Siempre parecía
desafiar a todo y a todos. Chaqueta desatada, camisa negra en lugar
de blanca, collares, pendientes... La dirección se había rendido
con él. Ni las expulsiones ni los partes tenían efectos. En ese
instante, el tutor entró por la puerta. La bulla del gentío del
aula fue calmándose poco a poco, y el moreno chasqueó la lengua
para después apoyar su mejilla contra su puño, fastidiado. El
profesor hizo una repasada general a cada cabeza del aula, algo común
para comprobar si faltaba alguien. Se detuvo un momento sobre Hoseok,
que estaba reclinado en su asiento, con una sonrisa burlona. Al darse
cuenta, rápidamente corrigió su postura. Pero con su amigo eso no
bastó:
-Namjoon, quítate la capucha. Ya.
El chico alzó
lentamente la cabeza, con una tranquilidad sorprendente. Sacar las
mejores notas del centro no le salvaba de cumplir las reglas
generales. Tal y como en el camino, sus compañeros le miraron, sin
excepción, durante unos pocos segundos. Se escuchó una risita
ahogada de Yoongi, seguida por una mirada hacia el moreno de Namjoon.
Sacudió la cabeza, sonriendo, y después miró a Hoseok. Eran
incorregibles, sí.
En el patio, dos alumnos permanecían escondidos de
todas las miradas. Historia no era objeto de su devoción. Mientras
que el rubio más alto hacía rodar su skate, el otro chico, de
semblante infantil pero facciones duras miraba a su compañero.
Estaba sentado en un banco de hormigón, enseñando las rodillas a
través del pantalón agujereado. Tenía tantos así que ya no sabía
cuales estaban destrozados por él mismo o cuales se habían roto por
las caídas y el desgaste. Suspiró pesadamente, mientras hacía
girar su Helix. Finalmente, se decidió a preguntar al rubio:
-Oye,
Tae, ¿Crees que ese enano vendrá? Tiene demasiada cara de bueno
como para saltarse una clase, no sé yo si...
Entonces, el chico
se giró, cogió su skate al vuelo y plantó una mano en el hombro de
su compañero, mostrándole una sonrisa radiante:
-Tranquilo, tío.
Ya sabes que Namjoon no se equivoca con estas cosas. No se equivocó
con nosotros, ¿Verdad? -el pelirrojo le devolvió la sonrisa a su
amigo, algo más aliviado.
Justo entonces, se escucharon unos pasos
doblando la esquina.
Los dos chicos se pusieron en pie al ver aparecer al
chico castaño de múltiples pearcings y ojos radiantes. “Taehyung,
Jimin.” Dijo a modo de saludo, aparentemente muy calmado. “Me han
dicho que tenemos que hablar” siguió, sonriendo ligeramente. Eso
dejó al expuesto sus dientes, recordaban a los de un niño pequeño.
Definitivamente, era algo que de alguna forma no encajaba con el
resto de su rostro, tan de adulto para su edad. Aún más teniendo en
cuenta la cicatriz casi imperceptible en una de sus mejillas, que
aunque era larga y profunda, era de color uniforme con el resto de su
piel. Sólo la gente como ellos podrían haberse fijado de primeras
en algo así. Y, por supuesto, Namjoon conocía la historia tras esa
marca. Quizás había sido eso lo que le había llevado a escogerlo
para completar su pequeño grupo. Por lo demás, el chico era alto,
aparentemente fuerte. Parecía rápido y hábil. Definitivamente, el
candidato perfecto. Pero eso no evitaba que fuese el más pequeño de
todos. Con un rápido movimiento, Taehyung se le abalanzó encima,
divertido:
-Así que ya tenemos a nuestro nuevo pequeñín. Antes lo
era yo, y ahora tú vas a tener que sufrir por mi, enano.
Jimin no
tardó en unirse a la lucha de collejas y risas. Tae lo hacía todo
más fácil con su carácter extrovertido. Y, por qué no decirlo,
algo extraño. Era lo que más le gustaba de su amigo. Fue una pena
cuando tuvieron que echar a correr para trepar a una de las ventanas
del instituto, interrumpiendo su fiesta, para huir de una profesora
que se acercaba a ellos.
Unas horas más tarde, el delegado principal del
instituto se apartaba el cabello rosado de la vista para seguir
trabajando en sus documentos. No entendía por qué estando en último
curso tenía que ocuparse de tantas cosas. Y tenía aún más trabajo
por esos idiotas. Suspiró, para seguir rebuscando en los ficheros de
los distintos becarios de los profesores y sus horarios. Se
sobresaltó al escuchar la puerta abrirse de golpe, y un tropel de
pasos rápidos. Al alzar la cabeza, se encontró con la mano de
Namjoon apoyada en la mesa, seguido de cinco cabezas más que lo
miraban, expectantes.
-¿Y bien, Jin? ¿Tienes algo? -Nam
parecía extrañamente alegre-. Por fin, los siete al completo.
Podemos seguir.
Jin por su parte, frunció el ceño y se puso de
pie, quedando a la altura de su compañero. Aunque varios de ellos
rozaban la misma edad, se notaba que él era el mayor. Quizá por su
gran espalda y fuerte complexión, su semblante de caballero o su
calma general.
-Claro que tengo algo -respondió, seguro de si mismo-. Pero éste no es el mejor
lugar para hablar, no?
Tras esto, no tardó en tener a
dos pesos colgando de su cuello, gritando y riendo. Jimin y Tae lo
felicitaban a grito limpio. A parte, Yoongi y Namjoon parecían
eufóricos y, Jungkook miraba la situación, admirado.
-Ahora que todo está más o menos fijo, y ya
estamos todos, deberíamos ponernos un nombre, ¿No? -dijo Yoongi,
en tono claramente sarcástico mientras pasaba el brazo por los
hombros de Jimin, que ya se había soltado de Jin.
Pero, aunque la
mayoría respondió con risas, no faltó la excéntrica idea de Tae,
que pilló desprevenidos a todos:
-Bangtan. Ya sabéis, a prueba de
balas. Suena de puta madre -parecía realmente
entusiasmado con la idea-. Vamos, chicos.
Contra todo pronóstico, mientras Jin
suspiraba y el moreno daba palmaditas en la espalda del rubio,
Jungkook habló:
-Suena bien. Tiene fuerza. Bangtan.
Se miraron
entre ellos, divertidos. Toda la atención pareció recaer sobre
Yoongi, que tenía una ceja enarcada y una sonrisa que no podía
contener. De repente, soltó, alzando los brazos al alto: “Okay,
guys. ¡Bangtan Boys attack!”
La sala estalló en risas y gritos de jubilo. El
grupo estaba completo.
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