martes, 15 de noviembre de 2016

La Revuelta - Los inicios (1)

Caminaba por la acera sin prisa alguna. Hacía frío, eso era cierto, pero eso no impedía que andase con la espalda totalmente recta. Era alto, imponente, de paso firme. Pero, a su vez, transmitía una tranquilidad digna de alguien que sabe que nadie ni nada lo puede herir. Iba solo, pero avanzaba en medio de una masa de gente. Todos iguales, tan grises con ese uniforme escolar. Solo él parecía resaltar, y es que todos sabían quién era él, a pesar de que raramente abriese la boca. Nadie podía evitar mirarle de reojo, o directamente si no tenían vergüenza. Casi parecía que se alejaban dejándole espacio a su paso. Pero él sólo seguía andando, calado en sus pensamientos que se mezclaban con la música que se escapaba de sus auriculares. Demasiado enérgica para las ocho de la mañana, pensarían alguno. Pero era cierto, al fin y al cabo, él era imperturbable.
Sólo al llegar a las rejas del tedioso edificio, sacó las manos de su bolsillo para retirarse ligeramente la capucha hacia atrás y hacer un gesto a modo de saludo a su vez. El chico apoyado en la pared de ladrillo raso, que se fumaba un cigarrillo con un cierto toque de soberbia, movió la cabeza sutilmente y formó una semi sonrisa en su semblante impasible. Es cierto que era considerablemente más bajo que su compañero, a pesar de ser mayor. Pero, debajo de ése flequillo negro, siempre alborotado, que le caía en mechones desordenados por la frente, se encontraba la más heladora de las miradas. Todos los que estaban a su alrededor lo sabían, era mejor no molestarle. Se le conocía por ser terriblemente ágil y cruel. Todo esto contrastaba bastante con su cara, parecida a la de un ángel, una muñeca de porcelana. Y también a su cuerpo, pequeño, delgado, a primera vista enclenque. Las apariencias engañan, se dice. El timbre sonó, marcando la entrada al edificio. Yoongi suspiró de mala gana, sacudiendo la cabeza y poniendo en ligero movimiento los pequeños aros plateados que adornaban sus lóbulos. Acto seguido, dejó caer el cigarrillo de sus dedos y lo aplastó con la suela del zapato, en un movimiento totalmente mecanizado. El humo pasó desapercibido entre el vaho que salía de la boca de los estudiantes.
Dentro del edificio, el moreno soltó un pequeño golpe en el hombro a un chico de su promoción, que estaba rodeado de gente. 
-Vamos, Hoseok -le dijo, con una ironía que sólo ambos podían notar-. Deja de hacer el tonto con esas chicas, tu novia se va a enfadar. 
Acto seguido, se alejó hacia la clase con una sonrisa en los labios. Hoseok intentó responderle, pero entre el gentío, definitivamente era imposible. Se pasó una mano por el cabello anaranjado, divertido, pensando en como podría devolvérsela. Después, se volvió hacia el corro de chicas que lo rodeaba anteriormente. Lo miraban algo decepcionadas, algunas haciendo un puchero, otras frunciendo el ceño. El chico las tranquilizó con su bien conocida carisma, sacándoles unas cuantas risas y otro par de sonrisas lascivas a cada una. Qué le iba a hacer él, si era un alma libre. Qué iba a hacer si le gustaba experimentar, y, sobre todo, si tenía un don para ello. Pero, justo después, sonó el último timbre. Debía entrar. Mientras caminaba, se ató la chaqueta delicadamente.
Se sentó en su sitio correspondiente, jovial. Para su agrado, lo habían situado al fondo del aula, muy cerca de uno de sus amigos. Yoongi no tuvo tanta suerte, recordó con una sonrisa en la cara. Parecía que por ser repetidor -y algo problemático, a decir verdad-, habían decidido que sería mejor situarlo en las primeras filas. Contempló por un segundo el perfil de su amigo, que miraba a un lateral del aula con el ceño fruncido. Siempre parecía desafiar a todo y a todos. Chaqueta desatada, camisa negra en lugar de blanca, collares, pendientes... La dirección se había rendido con él. Ni las expulsiones ni los partes tenían efectos. En ese instante, el tutor entró por la puerta. La bulla del gentío del aula fue calmándose poco a poco, y el moreno chasqueó la lengua para después apoyar su mejilla contra su puño, fastidiado. El profesor hizo una repasada general a cada cabeza del aula, algo común para comprobar si faltaba alguien. Se detuvo un momento sobre Hoseok, que estaba reclinado en su asiento, con una sonrisa burlona. Al darse cuenta, rápidamente corrigió su postura. Pero con su amigo eso no bastó:
-Namjoon, quítate la capucha. Ya. 
El chico alzó lentamente la cabeza, con una tranquilidad sorprendente. Sacar las mejores notas del centro no le salvaba de cumplir las reglas generales. Tal y como en el camino, sus compañeros le miraron, sin excepción, durante unos pocos segundos. Se escuchó una risita ahogada de Yoongi, seguida por una mirada hacia el moreno de Namjoon. Sacudió la cabeza, sonriendo, y después miró a Hoseok. Eran incorregibles, sí.
En el patio, dos alumnos permanecían escondidos de todas las miradas. Historia no era objeto de su devoción. Mientras que el rubio más alto hacía rodar su skate, el otro chico, de semblante infantil pero facciones duras miraba a su compañero. Estaba sentado en un banco de hormigón, enseñando las rodillas a través del pantalón agujereado. Tenía tantos así que ya no sabía cuales estaban destrozados por él mismo o cuales se habían roto por las caídas y el desgaste. Suspiró pesadamente, mientras hacía girar su Helix. Finalmente, se decidió a preguntar al rubio:
-Oye, Tae, ¿Crees que ese enano vendrá? Tiene demasiada cara de bueno como para saltarse una clase, no sé yo si...
Entonces, el chico se giró, cogió su skate al vuelo y plantó una mano en el hombro de su compañero, mostrándole una sonrisa radiante:
-Tranquilo, tío. Ya sabes que Namjoon no se equivoca con estas cosas. No se equivocó con nosotros, ¿Verdad? -el pelirrojo le devolvió la sonrisa a su amigo, algo más aliviado.
Justo entonces, se escucharon unos pasos doblando la esquina.
Los dos chicos se pusieron en pie al ver aparecer al chico castaño de múltiples pearcings y ojos radiantes. “Taehyung, Jimin.” Dijo a modo de saludo, aparentemente muy calmado. “Me han dicho que tenemos que hablar” siguió, sonriendo ligeramente. Eso dejó al expuesto sus dientes, recordaban a los de un niño pequeño. Definitivamente, era algo que de alguna forma no encajaba con el resto de su rostro, tan de adulto para su edad. Aún más teniendo en cuenta la cicatriz casi imperceptible en una de sus mejillas, que aunque era larga y profunda, era de color uniforme con el resto de su piel. Sólo la gente como ellos podrían haberse fijado de primeras en algo así. Y, por supuesto, Namjoon conocía la historia tras esa marca. Quizás había sido eso lo que le había llevado a escogerlo para completar su pequeño grupo. Por lo demás, el chico era alto, aparentemente fuerte. Parecía rápido y hábil. Definitivamente, el candidato perfecto. Pero eso no evitaba que fuese el más pequeño de todos. Con un rápido movimiento, Taehyung se le abalanzó encima, divertido:
-Así que ya tenemos a nuestro nuevo pequeñín. Antes lo era yo, y ahora tú vas a tener que sufrir por mi, enano.
Jimin no tardó en unirse a la lucha de collejas y risas. Tae lo hacía todo más fácil con su carácter extrovertido. Y, por qué no decirlo, algo extraño. Era lo que más le gustaba de su amigo. Fue una pena cuando tuvieron que echar a correr para trepar a una de las ventanas del instituto, interrumpiendo su fiesta, para huir de una profesora que se acercaba a ellos.
Unas horas más tarde, el delegado principal del instituto se apartaba el cabello rosado de la vista para seguir trabajando en sus documentos. No entendía por qué estando en último curso tenía que ocuparse de tantas cosas. Y tenía aún más trabajo por esos idiotas. Suspiró, para seguir rebuscando en los ficheros de los distintos becarios de los profesores y sus horarios. Se sobresaltó al escuchar la puerta abrirse de golpe, y un tropel de pasos rápidos. Al alzar la cabeza, se encontró con la mano de Namjoon apoyada en la mesa, seguido de cinco cabezas más que lo miraban, expectantes.
-¿Y bien, Jin? ¿Tienes algo? -Nam parecía extrañamente alegre-. Por fin, los siete al completo. Podemos seguir. 
Jin por su parte, frunció el ceño y se puso de pie, quedando a la altura de su compañero. Aunque varios de ellos rozaban la misma edad, se notaba que él era el mayor. Quizá por su gran espalda y fuerte complexión, su semblante de caballero o su calma general.
-Claro que tengo algo -respondió, seguro de si mismo-. Pero éste no es el mejor lugar para hablar, no?
Tras esto, no tardó en tener a dos pesos colgando de su cuello, gritando y riendo. Jimin y Tae lo felicitaban a grito limpio. A parte, Yoongi y Namjoon parecían eufóricos y, Jungkook miraba la situación, admirado.
-Ahora que todo está más o menos fijo, y ya estamos todos, deberíamos ponernos un nombre, ¿No? -dijo Yoongi, en tono claramente sarcástico mientras pasaba el brazo por los hombros de Jimin, que ya se había soltado de Jin. 
Pero, aunque la mayoría respondió con risas, no faltó la excéntrica idea de Tae, que pilló desprevenidos a todos:
-Bangtan. Ya sabéis, a prueba de balas. Suena de puta madre -parecía realmente entusiasmado con la idea-. Vamos, chicos.
Contra todo pronóstico, mientras Jin suspiraba y el moreno daba palmaditas en la espalda del rubio, Jungkook habló:
-Suena bien. Tiene fuerza. Bangtan. 
Se miraron entre ellos, divertidos. Toda la atención pareció recaer sobre Yoongi, que tenía una ceja enarcada y una sonrisa que no podía contener. De repente, soltó, alzando los brazos al alto: “Okay, guys. ¡Bangtan Boys attack!

La sala estalló en risas y gritos de jubilo. El grupo estaba completo.

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