martes, 27 de mayo de 2014
Esas cosas que necesito decir(te/le/les).
(...¿Nunca has tenido la sensación de que si no dices algo a alguien, puedes explotar? Como puedo explicar...)
Hay muchas veces que me gustaría decir algo. No siempre es lo mismo ni al mismo, no siempre tiene lógica. Pero siempre tiene significado.
Gritarlo, escribirlo o quizá susurrarlo, pero a esa persona. Al destinatario culpable de esta alegría, o quizá de este dolor. Siempre cosas que nunca voy a poder expresar. Tener un mensaje dentro de mi, algo que es demasiado importante, y que poco a poco me va aplastando, me entierra. Ese pensamiento acaba doliendo, sea bueno o malo, porque va ocupando el terreno de todo lo demás. En mi cabeza abro la boca, pero no tengo voz. Nadie lo escucha, nadie lo entiende. Y las palabras regresan, golpeándome con fuerza. Porque sé que ha sido un grito al vacío, un susurro al viento. Esas palabras no encuentran alivio, porque no ha habido nadie que las sienta. Nadie puede emocionarse, reír, llorar, disgustarse, siquiera sentir indiferencia por ese mensaje. Frases con una importancia vital, encerradas en mi interior. ¿Por que? Hay muchos motivos, demasiados. Quizá esa persona no sabe que existo. Quizá esa persona ya no esté. Quizá cuando esa persona lo sepa, a mi me perjudique, o quizá sea al revés. Seguramente será algo que nadie debe saber, pero necesito que sepa, él y seguramente el mundo entero.
Siempre llego al punto inicial, siempre con la sensación de que voy a estallar. Esas emociones en mi cabeza son nocivas, y cuando llego a ese punto en el que necesito con ansia que esa persona lo sepa, simplemente me veo obligada a parar. A parar de lo que sea que haga, esa idea me puede, me reduce. No hay nada peor que eso. La impotencia y la desesperación se apoderan de mi. Siento ganas de correr, de liberarme. Siento ganas de pararme a pocos centímetros de su oído y hablarle tan bajo que sólo la brisa escuche, o quizá de pararme justo en frente, y gritar como nunca he gritado.
Siento como ese pequeño pensamiento, esa pequeña frase, o a veces esa simple palabra se desliza hasta mis ojos, y luego cae. Liberando toda esa tensión, todo ese aguante que se había creado en mi interior, evitando que esa enorme bola de sentimientos caiga. Pero siempre se libera por poco tiempo, siempre regresa, y siempre más fuerte.
Lo único que queda en ese momento es esperar, esperar a que el tiempo pase, y este nudo se deshaga.
Y con el paso de los meses, aprender a convivir con la idea de que lo imposible, imposible es, porque si no, no sería imposible. A saber calmar las cuerdas vocales, que vibran cada vez que pienso. A vivir con la idea de que el silencio es la única salida.
Porque si simplemente quieres decir algo, puedes decírselo a cualquiera, a tu amigo, a tu compañero de mesa, y hasta esa señora tan maja que se ha sentado al lado tuya en el autobús.
Pero, ¿Que hay más complejo y desesperante que necesitar decirle a alguien algo y no poder?
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