Inspiras, expiras, abres los ojos.
La ropa, que hasta hace unas horas era inmaculadamente blanca, ahora está de mil colores más. La cara, el pelo, todo está increíblemente manchado. Lila con vino, amarillo con azafrán o huevos, rosa la sangría, rojo el kepchup, blanca la harina. Una batalla campal se ha desarrollado por toda la ciudad, hacia todas las personas que puedan estar en la calle con toda comida o bebida que se pueda tirar, y sobre todo, que manche. Así somos. El mismo olor mezclado de siempre, el mismo poco espacio. Pero sin embargo las mismas sonrisas, la misma emoción. Todos gritan, todos cantan, saltan, y bailan en lo que la medida del espacio les permite. Da igual de dónde sean o que idioma hablen. Todos son felices. Si en la Plaza Del Castillo ya estamos así, no quieres saber los pobres de la Plaza Del Ayuntamiento.
De pronto, un pañuelo se alza. Nada tardas en levantar el tuyo, orgullosa, bien arriba. En cuestión de segundos la plaza se tiñe de rojo, entera, como una marea. Más euforia. Cánticos y saltos, como en el mejor de los conciertos. Sientes frío, gritas y ríes mientras ves como la bebida que han lanzado te empapa y te tiñe aún más. Es demasiado bueno para ser real.
Pero de repente, toda la plaza se calla, y los más rezagados alzan su "bandera" roja. El ansia colectiva va subiendo a medida que se acercan las doce. No ves la pantalla, pero eso no impide que oigas resonar por toda la plaza ese: -¡Pamploneses! ¡Pamplonesas!- Chillas, eufórica, con el pañuelo aún bien alto. -¡Viva San Fermín!- La plaza vibra con las miles de personas respondiendo al unísono un fuerte "Viva".-¡Gora San Fermín!- Otro increíble "Gora".
Y es en ese momento cuando todos callan, hasta oír ese fuerte retumbar del cohete lanzado para inaugurar las fiestas. Aquí es donde todo comienza, todo se desata. Todo el mundo se vuelve loco, ya no hay nada que pueda parar lo que sucede en ese momento. Todo lo que antes ha ocurrido se multiplica por cinco, convirtiendo a toda una ciudad en la mayor fiesta del mundo. Te atas el pañuelo al cuello, como ya lo hacen todos. Y sonríes. Porque en nueve días nada te va a parar, porque vas a reír, vas a bailar, vas a disfrutar. Porque sabes que acaban de empezar los mejores días del año, y porque nada se iguala a la emoción de escuchar ese gran "Boom" para un pamplonica.
Sacudes la cabeza, y vuelves a la fiesta. Más saltos, gritos, cantos y risas. San Fermín ha comenzado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario