Siempre nosotras. Nosotras caminando infinitamente por nuestra carretera vieja del barrio, con el sol a nuestra espalda, sin nadie delante. Quizá tristes porque el calor ha terminado y ya llegan las horas en las que la chaqueta hace falta, quizá felices porque acabamos de tener un día que bien se diría épico. Siempre he pensado que esos momentos son los infinitos, porque es esa imagen del recuerdo la que podrás ver cuando no tengas a nadie a tu alrededor.
En realidad, siempre pensé que nosotras eramos infinitas. Infinitas con nuestras manías, con nuestra forma de pensar, nuestra manera de reír, de vestir, de pelear, de hablar, con nuestra siempre presente ironía, con nuestra momentánea locura y absurdez, o con nuestra vergüenza y callar común. Y con nuestra oculta, pero al fin y al cabo presente, forma de querer. En resumen, nuestra forma de ser. Siempre tan diferentes, pero tan iguales. Y si te fijas, vuelvo a caer en tópicos comunes, de esos que la gente utiliza para dedicarle unas bonitas palabras a alguien. Pero supongo que todo se vuelve más poético cuando pienso en nosotras en las tardes de verano, sin más diversión que un móvil con música y con toda una ciudad que descubrir.
Y es que somos así de infinitas porque nadie comprende nuestro sentido del humor. Porque nadie comparte nuestros gustos. Porque a nadie le gustan los lugares que nos gustan a nosotras, y porque nadie tiene nuestra en realidad no tan compleja ideología. Y es lo diferente lo que se vuelve infinito, lo que acaba siendo recordado.
Y sé perfectamente que nada es eterno, que en un momento u otro todo se acaba. Un cambio pequeño, o un cambio grande, que aunque no lo parezca o por el contrario sea evidente, hace que nada vuelva a ser igual. Y el momento del cambio no duele tanto como el momento en el que lo asimilas. Y eres consciente, eres consciente de que la despedida es inevitable, de que el infinito es imposible, al menos para un simple corazón humano. Y aunque eres consiente no puedes evitar querer que ese adiós se retrase, siempre un poco más. Porque solo quieres volver a repetir nuestras caminatas por la carretera vieja del barrio, o nuestras risas con la música que tanto queríamos.
Pero precisamente por eso somos infinitas. Porque cuando nada sea igual, porque cuando esté sentada, sola, con esa bebida que solíamos comprar, recordaré todo lo que pasamos, todo lo que eramos antaño. Por eso somos infinitas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario