(La chica, con los ojos chispeantes y el cuerpo como un hilo de algodón, esperaba ansiosa, mirando hacia la oscuridad. En realidad, todo lo que la rodeaba era oscuridad.
La sensación era agobiante, aunque ella no lo notaba debido a su ilusión. Se sentía como si los pies estuviesen flotando en el aire, o, bueno, quizá realmente lo estaban.
No se notaba nada, ni una gota de aire. Esto parecerá insignificante, pero vivimos rodeados de la presión del aire contra nuestra piel. Una presión ya lógicamente invisible, pero completamente notoria e incómoda cuando está ausente.
Por alguna razón, era casi imposible moverse. Era como esa pesadez y al mismo tiempo ligerez que se siente en el agua, pero multiplicado por diez. Como ese lento movimiento al estar sumergido, la necesidad de clavar los dedos en la superficie de la misma para desplazarse. Pero, como en el agua, era imposible resistirse aquí. Tan solo podías asumir su presencia, fundirte en ella...)
Unos ligeros pasos rompieron el silencio absoluto. Un escalofrío electrizante le recorrió la espalda, como si hubiera tocado un poste de electricidad. Y a medida que los pasos se intensificaban, la temperatura bajaba escandalosamente. Ella no sabía exactamente que era lo que se acercaba, pero lo podía suponer. Al fin y al cabo, era por lo que estaba aquí. Automáticamente, los ojos se le abrieron tanto como sus párpados le permitían, y una sonrisa macabra se dibujó en su rostro. Convirtió sus manos en puños, y si hubiera podido ver algo, hubiera sido como sus nudillos se iban tiñendo de blanco. No podía esperar más. Necesitaba liberarse.
Llegó un punto, en el que los pasos, simplemente, cesaron. Ella contuvo la respiración en cuanto notó un gélido aliento rebotándole en la cara. Pero no era un aliento normal. Conforme el congelado aire se metía por sus fosas nasales y en su boca, pudo sentir como su mente comenzaba a cambiar. Su ansiedad se fue desvaneciendo, al igual que las pequeñas gotas de alegría que conservaba. Era como si su cabeza estuviera haciendo hueco para que aquel frío se instalara. Era como si la estuvieran vaciando. ¿Era así como se sentía la...?
Entonces, solo entonces, antes de poder siquiera terminar ese fugaz pensamiento, pudo sentir de nuevo el escozor, o más bien el intenso dolor en su muñeca izquierda, y el calor un poco más abajo, hacia el comienzo de la palma de la mano. La sensación de calor iba bajando, como una corriente. Pero qué importaba.
En aquel instante pudo sentir el valor suficiente para cumplir su deseo.
-¿Eres tú? Tienes que serlo. Creo que puedo entender por qué aquí, por qué no te dejas ver. ¿Sería un secreto desvelado para la humanidad, no? Que mas da, de todas formas, ya no voy a volver. ¿No es así?
Si no, no estaría aquí.- Dijo, con una notoria ironía.
-De todas formas- Prosiguió, con una pesadez reflejada en un medio suspiro- Aunque me quedara en este sitio para siempre, sería mejor que estar ahí afuera. Porque es así, ¿No?- Soltó, mientras desviaba la mirada hacia un punto nada concreto, sonreía de lado y soltaba una carcajada melancólica. -Los suicidas van al infierno.
Tras una pausa en la que ella se tragaba una pequeña lágrima, y con ella todo su temor, reanudó su discurso:
-Pero ya no sé si eso es cierto. Ya no sé si hay cielo o infierno, ya no creo que haya alguien que vela por mi. Porque, si fuera así, hace tiempo que me ha abandonado. Y eso es todavía más cruel que pensar que no hay nada.
Antes de que pudiera seguir hablando, comenzó a oír un ligero golpeteo constante. La sangre caía poco a poco al espacio indefinido, desde las gotitas que se formaban de la punta de sus dedos, finos y casi esqueléticos. Inspiró profundamente, porque aunque no lo quisiera admitir, el temor se iba agolpando poco a poco en ella.
Con la voz temblorosa, continuó hablando:
-¿Cuándo sabes que has muerto? Porque no sé muy bien si sigo viva o si ya no respiro. No hay ninguna sensación diferente. Tan solo el mismo vacío de siempre... ¿Cómo te puedes sentir de la misma manera, estés viva o muerta? Supongo que es porque... el mundo de ahí arriba... ya no tiene sentido. Si, por eso supongo que se siente de la misma manera.
Porque he dejado de entender la vida. Porque me he dado cuenta de muchas cosas. La vida es un constante círculo por el que se camina. No es nada más que repetir una y otra vez lo mismo, hacer una y otra vez las cosas que odiamos, creyendo que eso es lo que está bien. Pensando que realmente lo necesitamos, y que en unos años podremos ser felices. Pero es un bucle que nunca acaba, es una prisión con cadena perpetua.
Y da igual que el tiempo transcurra, y que las horas en el reloj pasen inaugurando un nuevo día. Porque, queramos o no, al fin y al cabo vivimos siempre las mismas acciones y momentos, esperando al mañana para hacer lo que queremos. Y ese "mañana" es periódico, jamás se convierte en un "hoy".
Entonces, dime: ¿Que sentido tiene...vivir?
Terminó, tomando un respiro. Y entonces fue cuando comenzó a escuchar en la lejanía de la oscuridad un pitido. Agudo, y constante. No tenía ningún sentido, no sabía que podía ser. Pero nada de esto lo tenía realmente, así que, ¿Que importaba cualquier cosa a estas alturas? Convencida, siguió su monólogo:
-Pero... ¿Que me espera aquí? Sé que ya no hay vuelta atrás, pero no puedo evitar sentir miedo. Miedo... ¿Que palabra más bonita, no crees? Es tan subjetiva...- Se calló, al sentir como el pitido bajaba su rapidez, para pasar a un ritmo más pausado y entrecortado. Ahora eran varios. -Bueno, supongo que sea lo que sea, está bien. Estoy cansada. No hay nada que me ate ahí arriba.
Acabó de hablar, justo cuando una lágrima comenzaba a rodar por su mejilla. Sintiendo que si hablaba un poco más su voz se quebraría quizá para siempre, pronunció sus últimas palabras:
-Así que, haz tu trabajo, llévame ya.
En un instante, notó como el aliento frío como el hielo desaparecía. ¿Que estaba pasando? Ahora no debería ocurrir esto. En un instante comenzó a oír algo que parecían... ¿Latidos? Pero sonaban tan fuertes, que parecía que el sonido le iba a romper los tímpanos. Se estaban adentrando en su cabeza, de tal manera que no le dejaba pensar en nada más. Se sentía como si de un momento a otro fuera a enloquecer.
Pum pum.
Sintió como sus pies tocaban algo firme.
Pum Pum.
Los pitidos se volvía más lentos y regulares.
Pum pum.
Estaba temblando de pies a cabeza, así que simplemente se dejó caer, formando un ovillo con su cuerpo.
Pum pum.
De nuevo comenzó a sentir algo parecido a la presión contra su cuerpo, ¿Que estaba pasando?
De golpe, sin previo aviso, sintió como se asfixiaba. Los pulmones y todo el sistema respiratorio estaban ardiendo, y sentía una enorme presión en la cabeza. Y en cuanto abrió la boca para coger una bocanada de aire desesperada, sintió de nuevo todo el peso de la gravedad de golpe. El dolor de su muñeca se volvió insoportable. Su visión se tornó de negra a deslumbrantemente blanca en milésimas de segundo, y un intenso pitido agudo le golpeó los oídos. Se incorporó de golpe, abriendo por fin los ojos.
Hiperventilaba, haciendo ruidosos jadeos para calmar su necesidad de oxígeno. El pitido fue desapareciendo poco a poco, junto con el velo blanco de su mirada. Miró a todas partes, confusa, sintiendo como tenía el pelo pegado a la cara por numerosas lágrimas y oyendo esos pitidos que se escuchaban en la oscuridad.
Se encontró en una sala blanca, con numerosos aparatos, y un ajetreo enorme de médicos yendo y viniendo.
Se fijó con toda la concentración de la que en ese momento podía disponer en una chica en concreto, que le sonrió, y le susurró:
-Bienvenida de nuevo.
-¿Que... que ha ocurrido?-Respondió. Sabía muy bien lo que pasaba, pero quería oírlo.
-Te encontraron tus padres, inconsciente en el suelo. Habías perdido ya mucha sangre, y te trajimos aquí. Mientras te dábamos la sangre que habías perdido, llegó un momento en el que el corazón se paró. Hemos tenido que utilizar el desfibrilador. Pero has vuelto, no te preocupes más.
Bajó su vista a la muñeca izquierda, viéndola cubierta por una gasa blanca. Seguramente cosida ya. Esta marca no se iría jamás.
-Tu familia está aquí- Dijo la enfermera de repente- En un rato diré que pasen a verte.
Con un repentino cansancio y dolor general, se recostó en la camilla, regulando su respiración. Al parecer, si que había cosas que la ataban aquí.
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