A veces, escribo de madrugada. Escribo sin ton ni son, ligando palabras que pasan por mi mente. Componiendo complicadas frases que no dejan entrever qué pasa por mi corazón. Escribo mientras escucho el silencio, admirando la maravilla que para mí supone este insomnio que me asalta a partir de las doce. Garabateo, porque eso es lo que hago. Sólo por sentir el maravilloso vaivén de la muñeca sobre el papel. Qué sensación.
Quizá sea al atardecer, cuándo el Sol se duerme y mi mente se despierta al compás de la Luna. En ese preciso instante, en el que confirmo que el cielo naranja sirve de mejor alimento para las ideas que cuando está de color azul. O a lo mejor cuándo es imposible adivinar si el cielo está destiñendo para pasar después a negro o está cubierto por esas finas y uniformes nubes que lo decoloran. Encogida, cuaderno sobre mis piernas dobladas. Respirando el olor a hierba recién cortada, mirando hacia arriba. Observando las diferencias entre las hojas de palmera y madroño que se entrelazan sobre mi cabeza. Disfrutando del canto de los últimos pájaros, mezclado con el susurro de la televisión. Una dulce risa. Un suspiro.
Podría ser al tranquilo mediodía de los días de verano. Cuando en la radio suena mi canción favorita, esa que siento que tan solo puedo disfrutar yo. En ese momento en el que veo entrar un brillante rayo de sol por la ventana, y pienso que es imposible no estar inspirada cuando se tiene todo lo que se tiene que tener: una cama, un buen día y actitud. Y me doy cuenta de que por algún motivo, los momentos de paz siempre están directamente relacionados con cualquier cosa dónde sea capaz de escribir.
Así que me sigo emocionando cuando saco una buena idea de todos los abstractos temas que pasan por mi cabeza. Y trato con la misma ilusión cada uno de mis escritos, como si fuera el primero. Aquel con el que me di cuenta de cuántos sentimientos pueden encerrar las simples palabras.
Porque, para que negarlo: lo común para mi es tan solo garabatear. Esos cortos textos sin sentido, pero con alma. E incluso me sonrío al descubrirme monologando internamente sobre que si no existieran los aparatos electrónicos, ya no quedaría más Amazonas por mi culpa.
Pero que le vamos a hacer, resulta que no soy uno de esos escritores de pluma y pergamino tan elegantes, que se hacían respetar. Tan solo una pequeña niña que garabatea. Aunque, en realidad, siempre he creído que el título de "garabato" es un atentado hacia el significado de la palabra.
Porque, para que negarlo: lo común para mi es tan solo garabatear. Esos cortos textos sin sentido, pero con alma. E incluso me sonrío al descubrirme monologando internamente sobre que si no existieran los aparatos electrónicos, ya no quedaría más Amazonas por mi culpa.
Pero que le vamos a hacer, resulta que no soy uno de esos escritores de pluma y pergamino tan elegantes, que se hacían respetar. Tan solo una pequeña niña que garabatea. Aunque, en realidad, siempre he creído que el título de "garabato" es un atentado hacia el significado de la palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario