jueves, 20 de agosto de 2015

3 Demons Inside.

Hola, querido amigo. Tú no me conoces, pero créeme, yo a ti sí. Uno de los tres tormentos, uno de los tres demonios que se te asignaron al nacer. Así soy, o así me llaman.
Estoy seguro de que sabes que en este mundo, algunas personas están destinadas a la grandeza. Otros, al conformismo. Algunos simplemente llegan a la felicidad. Sus vidas humildes, sus simples motivos por los que sonreír. Pero con pena te comunico que tú, pequeño compañero, no eres una de esas personas. Y es mi trabajo, mejor dicho, nuestro trabajo, asegurarnos de ello.
¿Quiénes somos? Oh, claro, por supuesto. Perdona mi torpeza. Déjame presentarnos:
Vergüenza es mi hermano menor, el demonio que descansa sobre tu hombro izquierdo. Nacido poco a poco, a medida que crecías. Su trabajo es recordarte un día tras otro lo extraño que eres; que eso que piensas no es normal; que nunca encajarás. Te lo susurra suavemente al oído cuando oyes ligeras risas de personas que quizá no conoces, o que puede que sí. Lo recuerda cada vez que miras al espejo y encuentras tu propio reflejo. Lentamente, una palabra tras otra. Desmoralizantes, intimidantes. Se ocupa eficazmente de que poco a poco encojas, un ovillo gris. Falto de... Bueno, falto de ti.
Miedo está posado en tu hombro derecho. Mi hermano mayor, tan viejo como la propia vida. Él llena cada rincón oscuro con monstruos sedientos de tus miradas aterrorizadas; convierte cada sombra en tu potencial y más peligroso enemigo. Pero sus habilidades van mucho, mucho más lejos que todo esto. Sabe impedirte amar, e impedir a su vez que te puedas dejar querer. Te dice que es mejor no intentar para que nadie pueda verte fallar. Poco a poco te convence de que nunca podrás conseguir aquello que tanto deseas, y que cada persona que entra en tu vida se irá para no volver tan rápido como dure el caer de una lágrima. <<No sueñes, no luches, no retengas>>
¿Y quién soy yo? Me consideran tu peor enemigo, pero tú me consideras el mejor de tus compañeros. Siempre me llamas cuando no te queda nada más, porque al fin y al cabo habito en lo más profundo de tu corazón. Soy el que te obliga a resistir. El que prolonga tus desgracias y tormentos que ya hace tiempo que murieron. Al que acudes cuando ilusamente piensas que de las cenizas puede resurgir un fénix, y yo te animo siempre a recogerlas. Hasta que te quemas. Ardes, como un muñeco de trapo que manejamos a nuestro antojo.
Nos perteneces, desde el momento en el que pensaste por primera vez un 'y si...'. Desde el instante en el que sospechaste que eras diferente. Y serás nuestro hasta el día que orquestemos el último para ti. El día en el que las nubes tapen por completo al sol. Recuérdalo.

                                 Siempre, siempre tuya:
                                                      Esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario