lunes, 23 de noviembre de 2015

El Color de lo Ensombrecido - Capítulo 1

Hace calor. El chico mueve las piernas frenéticamente, no puede mantenerse quieto. La silla le parece incómoda, la sala le parece incómoda, su flequillo le parece incómodo, incluso el aire que respira es absolutamente insoportable. Nunca ha podido estar en un hospital, odia el olor a antiséptico, metal y a muerte que hay en el ambiente.
Se cala un poco más la capucha, da un par de taconeos en el suelo, mete las temblorosas manos en los bolsillos de la chaqueta y se hunde en la silla.
-¿Quieres estarte quieto?
Mira lentamente hacia su hermano, para encontrarse con un rostro severo. Pero puede verlo, ese brillo en sus ojos le indica que él también siente miedo. No sabía siquiera que eso era posible en su recto y pródigo hermanito. Aun así, decide obedecer. Esta vez y como siempre, él mismo tiene la culpa de toda esta mierda, por mucho que le corroa admitirlo. “Joder, que bien me vendría ahora un poco...”

La sala de espera está vacía, a excepción de ellos mismos y un viejo conserje. Tiene un tic en el ojo derecho, y eso le pone nervioso. De vez en cuando puede ver a algún hombre -de edades bastante dispersas- pasar por la habitación, sólo para coger otro pasillo hacia algún lugar. Todos tienen ese aspecto de profunda demacración y miseria. Todos con la mirada perdida, y etiquetados como ovejas. Al parecer, ni siquiera pueden caminar por su cuenta, siempre guiados por esos... encargados, o como quiera que los llamen. Sonríe, en un gesto lleno de ironía, y baja la mirada a sus botas. Sabe perfectamente que no es mejor que toda esa gente, y eso le hace sentir ansioso. Lo único que puede hacer es revolverse en su asiento. No sabe cuánto tiempo llevan esperando. Sólo sabe que la situación se le está saliendo de control, como siempre. Lo necesita, lo necesita ya.

-¿Joshua? ¿Joshua Penber? -un hombre de unos cincuenta años aparece por uno de los pasillos con una bata blanca y una carpeta. Típico, piensa. Se levanta del asiento casi al mismo tiempo que su hermano, y traga saliva. Esta situación le resulta vomitiva, y eso es exactamente lo que siente ganas de hacer ahora mismo-. Ah, es usted. Bienvenido al centro, Joshua. Sabe ya que pasará aquí tres días y tres noches, ¿Verdad?
Lo único que se le ocurre hacer es asentir. Le habían comunicado todo días antes, vía e-mail. Pero antes de que el hombre pudiera seguir hablando, una fuerte mano le agarra el antebrazo y, con voz casi inaudible pero firme, le dice:
-¿Puedes hacer el favor de quitarte esa capucha? Estamos ante un doctor.
Josh va sintiendo cada vez más presión en el punto de agarre, pero permanece unos segundos así. Tiene la manía de medir fuerzas constantemente con su hermano, de desafiarlo, provocarlo. Pero rápidamente recuerda que ya no puede permitirse comportarse de esa manera. Ahora está metido en ésto hasta el cuello.
Pega un rápido tirón, liberándose de la mano, y rápidamente se baja la capucha. Acto seguido, agita ligeramente la cabeza para intentar situar el despeinado flequillo y clava la vista en el suelo. Patético, piensa. El doctor, por su parte, no muestra ni un ápice de sorpresa, y tan solo continúa con su expresión estándar. Debe de haber visto escenas de peor calibre en lo que lleva ejerciendo su profesión.
-Gracias. Bueno, como iba diciendo -prosigue con total calma el hombre-, ya está todo preparado. Y... Aquí puedo ver que no hay solicitud de terapia conjunta con el señor... Dave. ¿Su hermano mayor? -ambos asienten, su hermano con una impecable sonrisa dibujada. Duda que sienta una mínima razón para sonreír-. De acuerdo... Entonces, todo bien. Les dejo dos minutos para que se despidan.
El hombre se da media vuelta, y se apoya en la pared de uno de los pasillos, fingiendo leer los papeles.

Muy a su pesar, Josh comienza a girar para encontrarse cara a cara con Dave. No sabe que decir, realmente no quiere decir nada. Solo quiere... Salir de este loquero.
-Joshua, escucha... -comienza a hablar su hermano, incapaz de mirarle. El chico cada vez siente más náuseas, solo quiere salir corriendo- de verdad quiero que te recuperes. Esto es muy duro para todos. Y supongo que no es del todo tu culpa haber acabado en esta situación.
-¿En qué situación exactamente, si se puede saber? -le encara, aunque en voz baja. No soporta que la gente utilice otros términos para ocultar su problema- ¿En la de haber acabado como un puto adicto a la heroína? ¿Es ésa?
-Josh, por favor...
-¿Cuántas veces tengo que repetirte que no quiero que me llames Josh?
Dave suspira nervioso y se lleva la mano al pelo, hace rato que ha notado la inquisitiva mirada del médico y el conserje sobre ellos.
-Vale, de acuerdo Joshua -acaba diciendo-. Espero que esto salga bien. Llamaré siempre que pueda a la residencia, para ver cómo te va. ¿De acuerdo?
-Claro, por supuesto -responde el joven, irónico. No cree posible sostener este falso sentimiento de hermandad durante mucho más.
Tras una pausa de silencio, en la que cada hermano mira a sus propios zapatos, el mayor toma la iniciativa:
-Cuídate, por favor. Nos veremos pronto.

Esta vez, Dave no recibe respuesta. Solo una mirada que no sabe interpretar de los ojos negros del joven. Siendo así, lo único que le queda por hacer es soltar un largo suspiro, echar un último vistazo a su hermano pequeño, y darse la vuelta. Josh no dice nada, tan solo fija por un instante la mirada en la gran espalda de su hermano. Ahora tan solo le parece otro más, uno de los tantos que le ha abandonado durante el pasado año. Pero por alguna razón, oír esos pasos alejándose en el silencioso edificio le causa un dolor agudo, un sentimiento amargo. Se obliga a tragar saliva, y contener una fuerte arcada, a la vez que trata de bloquear sus pensamientos. Si no lo hace, pronto saldrá corriendo a por un chute, como tantas otras veces. Contra la voluntad de su cuerpo, se gira lentamente, y con los puños apretados, camina hacia el doctor. Éste le está hablando, pero no es capaz de escuchar nada. Solo se concentra en mover una pierna tras otra, poco a poco. Sin pensar en nada. Reprimiendo las lágrimas que amenazan con caer.

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